miércoles, 16 de octubre de 2013

DÍA INTERNACIONAL DE LA POBREZA: POBRE PUEDES SER CUALQUIERA

Hoy se celebra el Día Internacional de la Pobreza. De verdad, ¿tenemos algo que celebrar? La cuarta acepción del RAE habla de: realizar un acto, una reunión, un espectáculo, etc. La primera habla de conmemorar (hacer memoria) y con ella me queda. 

Hace poco más de un año se  el diario El PAÍS publicó un artículo (Pobre puede ser cualquiera)en le que evidenciaba la fragilidad de cualquier persona para caer en las garras de la pobreza. A raíz de este artículo el Doctor D. Pedro Cabrera, experto en pobreza y estructura social de la Universidad Pontificia Comillas, nos hizo reflexionar sobre el tema. Aquí os dejo un suelto de lo que se me vino a la cabeza. Se admiten comentarios y, por supuesto críticas. Faltaría más.

POBRE PUEDE SER CUALQUIERA

Pensando en mis hijas de once y catorce años respectivamente: “Cada vez hay más gente pasándolas moradas. Si esta crisis aguda dura mucho, las consecuencias pueden ser irreversibles. Una generación se quedará fuera”.

¿A qué generación se referirá el experto Cabrera?, ¿cuáles serán las consecuencias irreversibles? ¿Qué es lo que no estamos haciendo?

Estimado profesor, me pides una reflexión y me entran ganas de mirar hacia otro lado. Es probable que esta sea la respuesta a la última de mis preguntas: no estamos mirando o lo hacemos hacia otro lado. Tal y como ha quedado bien explicado en la primera de tus clases, históricamente se ha procurado correr un sutil visillo, sobre la pobreza y sus causas. Sin embargo, me queda la sensación de que la manera de combatirla ha tenido, digamos, mejor prensa. Por ello, permitimos ser partícipes de grandes fórmulas mediáticas de erradicación de la pobreza que, en el peor de los casos, han servido para engordar las arcas de entidades e instituciones sin escrúpulos y, en el mejor de los casos, han servido para poner pequeñas tiritas a una gran herida. Nunca he sido partidario de las grandes soluciones y, en lo relativo a la pobreza y a las formas de exclusión en general, creo más en los pequeños detalles.

Volviendo a mis hijas, no sé si de forma equivocada, he intentado transmitirles que la mejor ayuda es la pequeña acción. De qué me sirve lavar mi conciencia introduciendo veinte euritos en el sobre de una gran ONG, si no soy capaz de preguntarle a mi vecina, la señora Julia, de ochenta años de edad y muchos más de soledad, si necesita que le compre el pan. Es probable que la metáfora no sea válida, pero a mi y a la señora Julia, mi vecina, nos sirve. Puede ser que la mirada de mis hijas no vaya mucho más allá de la panadería de la esquina pero, es seguro, que hasta allí saben llegar. Me vienen a la cabeza las tiras del Roto y del gran Forges que utilizaste en clase. Quizá debamos comenzar adiestrando la mirada.
Consecuencias irreversibles: siguen entrándome ganas, ahora, de salir corriendo. Pero, claro, tampoco puede ser. Yo, que sufro de optimismo patológico, me llevaré tu afirmación al final de los tiempos. Están por llegar, es evidente, pero a ni a mi, ni a mis hijas nos van a pillar. Gran error, ¿verdad? Esta puede ser otra de las omisiones culturales que estamos ejerciendo. La sociedad de lo inmediato, de lo mediático y de la banalización absoluta piensa que nunca nos va a llegar. Si bien es cierto que la inmensa mayoría de los occidentales podemos vivir con mucho menos de la mitad de lo que tenemos, no es menos cierto que en España, en poco más de cincuenta años, hemos pasado del burro al supermegacuatroporcuatro comprado, aun sabiendo, que no lo podíamos pagar. Y en menos de treinta años (que son treinta años en la historia de la humanidad) hemos pasado del bocadillo de chorizo a la deconstrucción del mismo. Por ello, estimado profesor, centrándome en España, creo que tenemos mucho margen para que la situación no sea definitiva. Para lo que no me sirve, ni el optimismo patológico, es para interpretar de dónde se quedará fuera la generación mencionada en el artículo. Quizá, ¿fuera del estado de bienestar? Como me temo que a menudo habrá que reflexionar en tu asignatura, me la dejo para la próxima.

Y, hablando de la generación, ¿será la mía? Ahora sí que apago y me voy. No puedo tener tanta suerte como hasta ahora. Soy del 67. Nací con el coche en la puerta de mi casa. Flamante Austin Morris color crema que, mis hijas no se creen que hacía el trayecto Madrid-Sevilla en poco más de doce horas con ocho personas abordo, maletas y canario incluidos. Yo que fui al cole y luego a la universidad y trabajé a la par. Yo que llevo felizmente casado por el juzgado (gran disgusto de mi madre) desde hace veinte años y me compré una casa, que ya he pagado, de cien metros con trastero, plaza de garaje y jardincillo. Yo que tengo dos hijas maravillosas, que aún son niñas, que me dicen cuánto me quieren. Pues bien, como decía, no puedo tener tanta suerte el resto de mis días. Además, atendiendo al dato que vierte la Memoria del CES 2011 en la  que se indica que España es uno de los países con mayor exclusión social y que uno de cada cuatro hogares está en riesgo de pobreza, mis probabilidades de mantener mi actual estatus bajan de manera considerable. Peor me lo pone el estudio Exclusión y desarrollo social 2012, que ha sido elaborado por la Fundación Foessa. En él se señala que el porcentaje de hogares españoles que están por debajo del umbral de la pobreza es del 22%. Además, uno de cada cinco hogares (el 25%) está en situación de riesgo. El informe también recuerda que España es uno de los países europeos con mayor tasa de pobreza, sólo superado por Rumanía y Letonia. Según la estadística de la Unión Europea, fue el país europeo donde más aumentó la pobreza en 2010. No está mal para el país que quiso haber sido el campeón de sé bien qué.

Por todo lo anterior, efectivamente, en España cualquiera puede ser pobre o casi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario