Os presento la segunda entrega de la serie de relatos cortos que nos está regalando Pepa. Ayer tuve ocasión de leer los dos nuevos cuentos que publicaremos próximamente y he de confesaros que me corroe una envidia sana por el cuerpo indescriptible. Me maravilla la facilidad para la escritura que sólo unos pocos tienen y, entre ellos, Pepa.
Leyendo el cuento de Pepa, recuerdo con nostalgia y admiración las tardes de invierno húmedo y frío en la casa de mis abuelos en Sevilla. Casas que no estaban acondicionadas a las tardes del frío enero pero que propiciaban largos momentos de juego y cuentos al calorcillo del brasero de la mesa camilla. Leo a Pepa y pienso en ello.
Mil gracias, Pepa.
JUEGO EN EL BOSQUE
Por: Mª José López de
Haro
Una
tarde de otoño, cuando estaba con mi abuela el pinar ella me dijo;
-Ven Rosa que te voy a contar un
cuento.
Era un otoño, cálido y suave, las
hojas de los árboles tenían distintas tonalidades de amarillo, algunas incluso
llegaban a rojo oscuro y las que caían al suelo iban tejiendo una alfombra de distintos colores, como si fuera
un mosaico de variadas tonalidades.
Una tarde, los duendecillos y las
pequeñas hadas, aprovechando le buen
tiempo, jugaban a esconderse debajo de las flores y hacían cuevas y pasadizos
en las pequeñas montañas que formaban la hojas en el suelo.
-¡ Eh! chicos
venid aquí, dijo el duendecillo Verde, que era el mas imaginativo de todos y
siempre organizaba distintos juegos entre ellos.
Todos los amigos acudieron a su
llamada, intrigados por el nuevo juego que, estaban seguros, se le había
ocurrido al duendecillo Verde.
-He tenido una
idea
-¿Qué has
pensado? Preguntaron todos deseosos de que les contara en nuevo juego que se
estaba gestado en la imaginación de su amigo.
- Creo que
podíamos hacer una carrera especial, nos subimos a los árboles y una vez arriba, nos montamos en las hojas y
nos dejamos caer, el que primero llegue recibe un premio.
-Vale, es una
idea estupenda, dijeron sus amigos con entusiasmo y ganas de empezar la
competición.
-Yo no se si
podré subir, le dijo el hada Azul a su amigo el duendecillo Rojo, soy un poco
torpe, y la bajada me da miedo.
-Yo te ayudare a
subir, le dijo su amigo, pero bajar lo tienes que hacer tu sola pues las hojas
no soportarían el peso de los dos.
- Intentaré
bajar, como vosotros encima de una hoja pues si todos lo hacéis no será tan
difícil y yo quiero probar también qué se siente.
Sin pensarlo más todos los
duendecillos y pequeñas hadas empezaron a subir a los árboles, cuando ya
estaban arriba comenzó la competición. Se dejaban caer sobre las hojas de la
manera mas fuerte que podían, parecía que se estaban tirando a una piscina.
Las hojas así tripuladas, bajaron a
gran velocidad y sin control ninguno, los duendecillos empezaron a caer sobre
la tierra recibiendo un sinnúmero de golpes y arañazos, pues lo que les
esperaba debajo no era el agua de una piscina sino la tierra dura que aunque
estuviera cubierta de hojas no había perdido su dureza.
El hada Azul que desde arriba estaba
contemplando el espectáculo empezó a arrepentirse de haber subido, no se
atrevía a bajar, no quería terminar llena de golpes, la verdad es que le daba
mucho miedo caerse de la hoja si bajaba a tanta velocidad.
-Baja le decían
su amigos es muy divertido y el golpe no
es tan fuerte como parece; intentaban animarla
Ella no sabía cómo subir en una hoja
y bajar sin caerse para que el golpe
fuera la mas flojo posible; estaba dándole vuelta a esto cuando paso delante de ella una hoja que
se acercaba lentamente, tan cerca paso que no se lo pensó más y se subió.
La hoja empezó a bajar suavemente se
movía de un lado hacia otro como si estuviera bailando y vals con el viento, y
así ejecutando esa danza fue bajando lentamente
Los amigos del hada Azul se quedaron
mirando esa bonita danza que su amiga
montada en una hoja de amarillo intenso, realizaba con ritmo y armonía, y tenia
un encanto especial.
La hoja se poso en el suelo con
suavidad y el hada feliz por haber conseguido llegar al suelo y por la manera
que lo había hecho, se bajo de la hoja
recibiendo el aplauso de sus compañeros.
Cuando contemples en el bosque las
hojas que caen, verás que unas los hacen rápidamente como si tuvieran prisa por
llegar y en cambio otras van haciéndolo lentamente como si estuvieran
interpretando una danza, si piensas en este cuento de los duendecillos y las hadas y sabrás porque bajan así las
hojas.
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